Las bodas de plata de Aparicio y Cooperstown
Luis Aparicio Montiel cumplió un cuarto de siglo como el primer venezolano en el Salón de la Fama. Su legado sobre la pelota venezolana y latinoamericana continúa vigente.
Esta semana se cumplieron 25 años de la llegada de Luis Aparicio Montiel al Salón de la Fama.
Venezuela es reconocida en el mundo por tres cosas: petróleo, mujeres bellas y béisbol. Dentro del béisbol, los campo cortos y entre los campo cortos, esta su mayor exponente: Luis Aparicio.
¡Pueden implantar el socialismo del siglo 21 con su partida de seguidores oportunistas!
¡Pueden mandar un satélite al espacio cubierto con la bandera nacional!
¡Puede ir Venezuela a un Mundial de Fútbol!
Nada cambiará la escencia del venezolano.
La literatura deportiva nacional generalmente refiere que el gran ídolo criollo de la pelota de todos los tiempos es Alfonso ¨Chico¨ Carrasquel, lo que obviamente es una afirmación parcializada y poco fundamentada.
Y no es que Carrasquelito no fue un grande en el terreno, sino que Aparicio fue mejor. Sin embargo aún en Caracas se mantiene vivo el espíritu del campo corto del Cervecería.
No se confundan. El mismo Aparicio reitera su admiración y elogios para siempre por Carrasquel. El hombre que se alegró por haber sido cambiado a Cleveland para darle paso al promisorio novato en 1956 con Chicago.
Pero la realidad es otra mis amigos capitalinos; la inmortalidad no es negociable. Estemos claros: El mejor jugador criollo en un terreno de pelota desde los inicios del juego de béisbol se llama Luis Aparicio Montiel, superando incluso a su propio padre, quien también fue inmortalizado, pero por su propia gente como ¨El Grande de Maracaibo¨. Un verdadero profeta en su tierra.
Hasta que otro criollo no tenga en Cooperstown una placa de bronce, no habrá puntos de comparación.
El retiro y la espera.
Luis estaba a punto de cumplir 40 años de edad y se alistaba para su temporada número 19 en las Grandes Ligas en el campo de entrenamiento de los Boston Red Sox.
Venía de su tercera temporada con el club, la única donde no asistió al Juego de Estrellas, pero mejoró su promedio ofensivo a .271.
Por primera vez en su carrera no conectó jonrones en una temporada, pero aumentó su cantidad de juegos. Su defensa comenzaba a dar muestras de desgaste.
Todavía quedaban cartuchos por quemar.
Luchaba por un lugar en el róster pero su veteranía y jerarquia bastarían para hacerlo. Era el líder en la historia en juegos, asistencias y doble plays entre los campo cortos.
Un jugador con 10 juegos de estrellas, 9 guantes de oro, 9 títulos de bases robadas y un anillo de Serie Mundial. Sin embargo no estaba en los planes de Boston tener a Luis para la temporada 1974.
De la nada fue cortado del róster del equipo y lo dejaron libre. Su frustración fue evidente pues sabía que podía jugar más. Le estaban arrebatando de sus propias manos lo que más amaba en el mundo, causándole una profunda herida.
Hubo una llamada de los Yankees, pero su orgullo fue más grande y rechazó la propuesta bajo la premisa: ¨A mi sólo me dejan libre una vez en la vida¨. Luis agarró sus cosas y se marchó a Venezuela.
¨Para mí el retiro fue muy duro y no me acostumbraba a aceptarlo, quizás lo entendí como a los tres o cuatro años desde aquel Spring Training¨ me dijo en una ocasión. De ahí comenzó la odisea por el Salón de la Fama.
Para muchos es absurdo el sistema de votación. Todo el mundo en el béisbol sabe al final de la carrera de un jugador si es digno de pertenecer al club del reconocimiento a los mejores en la historia.
Las estadísticas y hazañas no cambiarán nunca. Es injusto permanecer elegible año tras año sin alcanzar el porcentaje de votos requerido. ¿Qué puede cambiar entre un año y otro? ¿Un jugador mejor o peor en la lista? ¿A que se debe que el porcentaje de votos ascienda?
La idea es que si un jugador tiene los méritos para estar en el Salón de la Fama, deberían ser reconocidos de una vez. Pero todo está en las manos del cónclave de escritores de béisbol autorizados para votar. De cualquier forma así ha sido el proceso desde siempre.
En 1979, su primer año de elegibilidad, Aparicio terminó 13ro. en la votación final, incluso detrás de nombres que aún esperan a las puertas del recinto como Gil Hodges, Maury Wills y Roger Maris.
En 1980 subió al lugar 11 en la lista. Para 1981 bajó al puesto número 18. Luego subió 10 puestos en 1982, y en 1983 terminó 4to. quedando muy cerca de lograr el porcentaje requerido de 75% para la elección.
En 1984 ascendió al puesto número uno y con 84.6% de los votos fue electo al Salón junto a Harmon Killebrew y Don Drysdale.
El legado.
La elección de Aparicio a Cooperstown fue un parteaguas en la historia de Venezuela. Es el mayor reconocimiento deportivo hecho a un venezolano en el exterior.
La influencia de este hecho no sólo fue un homenaje a la carrera de un jugador, sino un reconocimiento al camino recorrido por un país en la búsqueda de su identidad cultural y su desarrollo humano.
Fue el tubo de escape de un fenómeno social y cultural como el béisbol. Fue el maestro de una orquesta que tocaba sin dirección. Fue un antes y un después.
Tras de 25 años del histórico anuncio, su nombre es reconocido hasta por los niños de hoy. Esto se debe a la labor que realizamos en los medios de comunicación de acortar el vacío generacional, educando y promoviendo la historia. Es la función de comunicar apoyada por el siempre valioso relato popular.
Esta semana muchos medios y colegas de todo el país celebraron con reseñas las bodas de plata de Aparicio y Cooperstown, y yo cometí el error de comparar el contenido entre uno y otro.
Y reconozco públicamente que es un error porque no debe haber comparaciones al hablar de nuestro Salón de la Fama. Nada es mejor o peor. Es siempre un granito de arena.
Cualquier comentario, cualquier reseña, cualquier dato por muy básico que sea, es positivo en la titánica labor de mantener viva la llama del deporte para futuras generaciones. Siempre habrá espacio para reiterar lo que ya muchos sabemos sobre la vida de Aparicio, y siempre habrán venezolanos que aprenderán algo nuevo sobre él.
Luis a sus 75 años Luis no se cansa de repetir su frase favorita: ¨Todo lo que yo tengo en mi vida se lo debo al béisbol. Este juego me dió todo, hasta mi esposa, que me ha dado a su vez a mi familia¨.
Y recientemente me dijo ¨Todo lo que yo he hecho en mi vida ha sido poniendo por delante dos cosas, mi país y mi familia. Siempre he tratado de obrar bien y de ser honesto, de no ser así ¿Con qué cara podría mirar yo a mis hijos?¨.
Ese es un Salón de la Fama, con o sin Cooperstown. Lleva la escencia del criollo dentro y fuera del terreno y un ejemplo de vida.
Si el Viejo fue el ¨Grande de Maracaibo¨ el junior fue ¨El Grande de Venezuela¨.
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