¡Tic…toc…Big Papi…Tic…Toc!
David Ortiz no encuentra el ¨timing¨de su swing en el 2009. Cada turno aumenta la expectativa por retomar la forma que lo convirtió en uno de los mejores bateadores del béisbol. Pero la paciencia de Boston y sus fanáticos tiene un límite.
Quienes dicen que la presión no existe para un jugador de Grandes Ligas están equivocados.
Para un profesional de este deporte no es sólo dar todo en el terreno de juego con suma integridad, pero también es la forma como se ve un juego que todos los días es igual, con sus variantes, pero igual al fin y al cabo. Lo que pasa es que para el pelotero profesional, la presión aumenta porque su vida y oficio dependen de su rendimiento.
En innumerables ocasiones el aspecto mental del juego ha podido opacar las condiciones físicas y el talento en un terreno. Lanzadores que no pueden lanzar strikes, rectas de 95 millas en un bullpen que no llegan a 88 en una situación real, infielders que no pueden dirigir la bola y bateadores que simplemente no pueden pegarle.
Incluso jonroneros que no pegan jonrones. Como David Ortiz, el “Big Papi”.
Entre el 7 de abril y el 19 de mayo, Ortiz jugó en 35 partidos de Boston, donde no conectó ningún cuadrangular. Su promedio fue sólo de .203 y pudo traer al plato apenas 15 carreras. La presión llegaba en cada turno. Todos desde el vecindario de Cambridge en Boston hasta el más pequeño colmado en Santo Domingo, se hacían la misma pregunta: ¿Cuándo conectará un cuadrangular?
El batazo finalmente llegó el 20 de mayo ante los Blue Jays. Para Ortiz y todos los furiosos seguidores de los patirojos, la cruzada del plato fue como quitarse un collar de bolas criollas. El ambiente en el dugout de Boston cambió, regresaron las sonrisas, las bromas, los abrazos y una vez más el público que colma día a día el legendario Fenway volvió a aclamar a su “Big Papi”. Todo era de nuevo felicidad.
Pero con los días la situación nuevamente se fue tornando incómoda. Si todos querían el primero, ahora quieren el segundo, el tercero y el cuarto. Así funciona con Ortiz. Para eso le pagan, para que salga de la cueva como bateador designado a conectar un cuadrangular en el momento crítico, a que traiga corredores al plato y a que sonría y le siga dando a los fanáticos motivos para olvidar los 86 años de fracasos que culminaron en el 2004.
Pero aún los batazos no llegan. Sin embargo la condescendencia con Ortiz continúa y la presión aumenta. Es un juego de aguante y de que pasará si…..
El mánager Terry Francona hizo lo que tenía que hacer: sentar a Ortiz y bajarlo en la alineación. Esta semana y por primera vez en cinco años Big Papi no estuvo entre los primeros 5 del orden al bate. Alineando como sexto, suponen que la presión deba bajar. Pero el laberinto mental está presente y no es fácil salir de él.
Al consultarle en rueda de prensa al dominicano sobre la presión tras la decisión de su mánager de tomar medidas por su bajo rendimiento, dijo: “Soy un empleado, yo sigo órdenes”.
¿Órdenes? ¿Es esta la declaración que debe dar el poderoso cuarto bate que ha sido dos veces campeón de la Serie Mundial? ¿Es este el mismo Big Papi?
Cría fama y acuéstate a dormir
En el béisbol y en la vida es una frase clásica. Mientras jugadores alrededor de la liga reciben abucheos, les dan de baja, los asignan a ligas menores o simplemente no gustan, la condición de Ortiz es diferente.
“Todos lo apoyamos acá porque está pasando por un momento difícil en su carrera, pero sabemos que eventualmente se va a recuperar y va a ayudar a nuestro equipo” me dijo Sondra, una fanática a muerte de los Red Sox en las afueras de Fenway.
“¿Pero por qué nadie lo abuchea?” pregunto. “En todos los parques han pitado a su mejor jugador cuando no rinde, muchos incluso piensan que es sido un robo para el equipo por sus altos salarios. En Philadelphia han abucheado a Ryan Howard y a Jimmy Rollins, en Yankee Stadium, ni se diga con Alex Rodríguez… ¿Cuál es la diferencia?”
“Que esto en Fenway y además… el es el Big Papi. ¿Quién no quiere al Big Papi? ¡Es como un oso gigante de peluche!” dice Sondra.
Lo de Ortiz parece como una enfermedad, donde todos están con él apoyándolo para salir del peor mal que puede tener un jugador, más aún un designado, más aún él: un slump.
Esa imagen de simpatía, amor y entrega por la camiseta que se ha creado alrededor de la figura de Big Papi es lo único que mantiene a los fanáticos y directivos en sus cabales. Sin embargo, Ortiz teme. Sabe que todo tiene un límite, incluso el amor de sus seguidores y la paciencia de la gerencia. Esto genera presión.
La presión no viene de afuera, sino de adentro
Jack Stallings es un reconocido autor, conferencista y mánager de béisbol a nivel universitario por más de 25 años. Para él, la presión viene de la falta de enfoque.
“La presión en el béisbol no viene por una situación del juego sino por como lo vemos y como lo manejamos. Nadie está manejando la situación ni poniéndola tensa; somos nosotros mismos, por como actuamos y como pensamos en ese momento” señala en su ensayo: Jugando bien bajo presión.
“Un atleta que no controla sus emociones en una situación de presión, no puede concentrarse; por lo tanto quien se piensa mucho en como hacer bien su trabajo, estará tan ocupado en esto que no tendrá espacio para darse cuenta de la situación en si” agrega.
Terry Francona dijo después del primer juego como 6to en la alineación que quiere que Ortiz no sienta que debe cargar el equipo. Pero señaló: “en ocasiones anteriores he dicho que nosotros vamos a apoyarnos en él para salir adelante porque sabemos la calidad de jugador que es”.
En pocas palabras es como si dijera: “Mientras no estés bateando no vamos a depender de tu productividad… ¡Pero apúrate porque eso es realmente lo que queremos!”. A buen entendedor, pocas palabras.
De la misma forma la prensa en Boston es pasiva por los momentos. Pero sólo por estos momentos de tensa calma y falso apoyo.
Si los Yankees, Blue Jays y Rays comienzan a apretar sus tuercas en las próximas semanas, Boston no podrá darse el lujo de tener a un bateador designado que no remolca carreras, no saca la bola y que no puede concentrarse. La dura realidad saldrá a flote, Ortiz será sentado indefinidamente mientras aparece alguna opción de mayor producción.
El Big Papi hoy es un jugador desenfocado que teme por su futuro en el béisbol y sabe que todas las palabras de apoyo muy pronto se convertirán en lo que son: mentiras.
No hay tiempo que perder para un profesional como el Big Papi. O batea o batea. El reloj corre y la jaula de bateo lo espera.
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