Es hora del Olímpico
Tristeza, rabia, duda, frustración, impotencia e indignación. Todo esto me invade al pasar por el frente del Estadio Olímpico Alejandro Borges acá en Maracaibo.
Y es que yo sigo haciéndome la misma pregunta por años y años: ¿Será que las autoridades a quien corresponde (¡que de paso, no se quienes son!) nunca han visto ni siquiera un estadio de béisbol en excelentes condiciones, bien sea en Venezuela o en el extranjero?
En los Estados Unidos, por ejemplo, cuando los estadios de béisbol pasan su mejor etapa, en años anteriores han sido demolidos, dando paso a nuevas realidades que entierran para siempre un glorioso pasado.
Dichas experiencias han demostrado que estas prácticas han sido completos errores. En unos casos por indolencia comercial, en otros por ignorancia y en otros hasta por indiferencia.
La desaparición física por completo de los parques de béisbol en comunidades donde el juego ha creado un impacto cultural y social, deja huérfano el recuerdo. Aún se lamenta más de un residente de Brooklyn cuando se habla del Ebbets Field, o en el sur de Chicago del Comiskey Park, en la Ciudad de México del Parque del Seguro Social, y hasta en Maracaibo nunca se ha borrado el recuerdo transgeneracional del Estadio del Lago.
Las estructuras han demostrado tener mayor longevidad que las personas y su desaparición causa un impacto aún mayor que una vida misma.
Por esto es que se ha procurado en los últimos años preservar el pasado y la tradición. En Queens, el nuevo Citi Field busca emular a Ebbets en el mismo lugar donde estaba Shea. En el Bronx, el nuevo Yankee Stadium está justo al frente de su antecesor y en su lugar se construirá un parque público con elementos del antiguo parque para mantener viva la esencia del escenario deportivo más famoso del mundo.
En Cincinnati, el Great American Ballpark, es una combinación del Crossley Field que funcionó hasta 1970, con el Riverfront Park (luego Cinergy Field) que funcionó hasta 2004. En Atlanta tras demoler el Fulton County Stadium, dejaron las marcas mas memorables del parque intactas, incluyendo por donde pasó el jonrón 715 de Hank Aaron.
En Chicago, Wrigley Field se mantiene como la casa de los Cubs desde 1916, y han remodelado el parque manteniendo intacta su esencia con la finalidad de ofrecer al visitante la experiencia original del parque. De igual forma en Boston, Fenway Park ha sido acondicionado para permanecer igual desde su apertura en 1912.
Estas comparaciones las hago para ilustrar un poco como se ha hecho en otros lugares. Lo que representan estas estructuras en sus respectivas comunidades y el respeto que se le tiene al pasado. De todo eso debemos aprender y bajar la cabeza.
No es que lo vayan a demoler pero…
El Estadio Olímpico de Maracaibo abrió sus puertas en 1945. Su construcción fue un clamor de la fanaticada cuando el Estadio del Lago ya le quedaba pequeño a las rivalidades de la pelota local y sus figuras.
Con el desarrollo de las batallas deportivas entre Gavilanes y Pastora y de la Liga Occidental, y el auge de la cobertura de medios locales, el parque se convirtió en el principal escenario deportivo de la ciudad. Además del béisbol, grandes carteleras del boxeo nacional e internacional, básquetbol, fútbol y hasta corridas de toros fueron escenificadas.
Al menos nunca he escuchado que ningún genio de esos que mete su mano en el meollo gubernamental, haya pensado en vender el terreno para tumbarlo y construir en el sitio algún conjunto residencial. Al menos no ha llegado todavía una idea tan falta de todo.
Pero es igualmente insultante para el pasado deportivo de nuestra región las condiciones en que se encuentra y se ha encontrado en los últimos 30 años el viejo parque.
Al menos, a mi no me van a convencer con tres manos de pintura, un aviso de mal gusto en la entrada y un espacio para una Pequeña Liga de Béisbol.
Si vamos a tenerlo levantado, pues que sea un proyecto de calidad. Si se pudieron rescatar en la ciudad obras como el Mercado de Maracaibo (hoy CAM Lía Bermúdez), el Teatro Baralt, varias iglesias y templos; pues creo que la hora le llegó al Alejandro Borges.
La idea es simple. Lo único que yo como fanático al deporte nacido en esta ciudad aspiro es entrar al lugar y que me transporte al pasado.
Yo aspiro poder entrar y mostrarle a un visitante a mi ciudad que en ese lugar comenzó la carrera de un Salón de la Fama, que el primer negro en las Grandes Ligas corrió por esas bases, que grandes jugadores nacidos en esta ciudad escribieron historia del desarrollo del béisbol en esta tierra.
No es mucho pedir. Sólo aspiro buen gusto y atención a los detalles. Ya basta de mamarrachadas. Ya basta de gastar dinero solo por gastar. Ya basta de que los niños que ahí juegan de la mano de la diligencia de Sammy Portillo no conozcan el verdadero color verde de una grama, ni la arena de un parque de pelota moderno.
Es una cuestión de ambientación, de crear una experiencia para el visitante, para el que allí juega todos los días, para el que lleva a sus hijos a la práctica, para el que va a ver un juego el fin de semana, para traer un evento de envergadura, para mostrar a las futuras generaciones de donde vino nuestra pasión por el deporte.
Señores, no es un tema de presupuesto. No es un tema de que no hay dólares, ni que no hay grama, ni arena, ni pintura, ni nada de lo que se necesita para tener un parque de antaño del cual nos sintamos orgullosos. Es un tema de conciencia y de buena gestión de las autoridades.
No aspiramos un estadio con calidad de Grandes Ligas, pero al menos, uno que se parezca a las Ligas Menores, que de paso, son impecables. Claro, con nuestro propio sello.
Mi única esperanza es que sé que tenemos la gente, la disposición, la experticia y las ganas para celebrar nuestro pasado deportivo y elevar la calidad de nuestro futuro. Algún día lo veré.
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