El misticismo de Cooperstown
Quienes asistimos el año pasado al juego anual del Salón de la Fama, enttre los Orioles y los Blue Jays, ignorábamos que sería el último de este tipo en el sagrado Doubleday Field.
Y es que durante la preparación de las actividades anuales para el 2008 en el lugar donde está situado el Salón de la Fama y Museo del Béisbol, cuando llegaron al punto de definir los equipos que jugarían esta exhibición se destapó finalmente una olla de presión con opiniones y justificaciones para no hacerlo. La decisión final tuvo poca acogida. Los Cubs y los Padres jugarían el 16 de junio y este sería el la última vez que dos equipos durante la temporada regular se enfrenten en el medio de la temporada en un partido no válido, en Cooperstown, el lugar donde se ha jugado este clásico cada verano desde 1939.
¿La justificación? Los problemas logísticos para llevar a los equipos a Cooperstown y cortar el ritmo de juego de cada club. ¿La justificación real? Los equipos no hacen dinero jugando en Cooperstown porque las ganancias van dirigidas hacia la comunidad de Cooperstown y el Salón de la Fama como fundación sin fines de lucro. Para los dueños, no vale la pena gastar tanto dinero para no hacer nada en un pequeño estadio de un pueblito en el medio de la montaña. Para los jugadores, significa perder un día libre en la temporada.
Y es que en esta época moderna del béisbol, parece que nadie puede hacer un esfuerzo por mantener viva una tradición, por honrar el pasado y preservar el futuro. Nada de esto importa, a menos que haya mucho dinero involucrado. Estamos hablando de quienes toman estas decisiones ganan millones de dólares por su trabajo, y el amor por el juego brilla por su ausencia.
El 16 de junio llegó y en Cooperstown habían más de 10 mil fanáticos para presenciar el juego y protestar al mismo tiempo por esta injusta decisión. "Es el único juego profesional que queda vivo en este país donde hay un verdadero ambiente de béisbol" dice Jeff Zegler, quien atiende una venta de souvernirs de béisbol al lado del mítico Doubleday Field. "Aquí no hay publicidad en el campo, no hay pizarra electrónica, no hay patrocinantes corporativos. La comida es hecha por la comunidad y este pueblo vive de eso. Vivimos de la preservación de la historia del béisbol y hasta eso no los quieren quitar" agrega.
En el Clarks Sports Center los Cubs y Padres se preparaban para asistir al parque en buses estilo tranvía. El mánager de los Cubs Lou Piniella decía "Estamos honrados de estar acá con la historia de Cooperstown y todo eso, pero venir para acá es un poco forzado para nuestro calendario".
Esta reacción de Piniella provocó a Kristian Connolly, un residente del área, a crear una lugar en internet para promover la campaña para rescatar el Juego del Salón de la Fama (www.savethefamegame.com). Connolly ha enviado cartas a cualquier persona con el poder de hacer algo, incluyendo a la Senadora (Demócrata) de Nueva York Hillary Clinton, pero aún no recibe ese pesado soporte que necesita. El Comisionado Bud Selig le respondió: "Nuestros equipos juegan 162 veces en 180 días. Con series interligas y juegos interdivisionales, conseguir dos equipos que puedan ser enviados a Cooperstown durante su día libre es una tarea que se ha hecho cada vez más difícil".
O sea, que el problema es la dificultad. Quienes organizan el calendario de las Grandes Ligas no tienen suficiente creatividad o paciencia para coordinar que dos equipos que jueguen cerca de Nueva York durante el verano puedan viajar por un día a Cooperstown. Hoy en día hay 30 equipos en las mayores y esto es un juego que se hace desde 1939, cuando apenas habían 16. En el pasado las maneras para llegar a Cooperstown y los viajes entre ciudades eran mucho más difíciles y forzados. Todos los juegos de ambas ligas eran un todos contra todos (no habían divisiones).
¿Y en el año 2008 Selig dice que "es difícil" jugar 9 innings entre 2 equipos en Cooperstown?
Pero los dioses del béisbol son grandes. Mucho más grande que la avaricia de Selig y los dueños y que la actitud de los jugadores. La madre naturaleza se pronunció diciendo: "Este no puede ser el final, así que vengan a Cooperstown a perder el día realmente porque aquí nadie va a jugar de esta forma". Desde tempranas horas de la mañana el cielo estaba completamente nublado y alrededor de las 11:00 de la mañana se abrió para permitir la realización del desfile que pasa por la calle principal del pueblo y termina en el Doubleday Field conla llegada de los jugadores.
Cuando las tribunas ya estaban repletas el cielo se cerró y cayó de pronto el primer aguacero. Sin embargo no hicieron el anuncio oficial de suspensión. Había esperanza.
Greg Maddux, el lanzador activo con más victorias esperó que cesara un poco la lluvia para salir al terreno y donar oficialmente la camisa de su victoria número 350 al Salón de la Fama. Después de este simple pero significativo acto, vino la estocada final: La suspensión del juego. Fue uno de esos aguaceros de gotas frías, que de pronto se convirtieron en granizo. Al comenzar a caer los pedazos de hielo, se hizo el anuncio de que el último Juego del Salón de la Fama se cancelaba por primera vez en la historia antes de su inicio. El granizo le puso punto final a casi 70 años de historia.
Yo me preguntaba…¿Dónde está Selig? ¿Por qué no está acá mojándose como todos nosotros y recibiendo golpes de hielo desde el cielo? ¿Habrá alguna forma de sacarle dinero a este hielo y venderlo como mercancía de Major League Baseball? Quizás de esa forma se le pueda ver la cara.
Los negocios alrededor de la calle principal y del Doubleday Field, abarrotados de souvenirs de todo tipo y de artículos históricos, estaban llenos de gente buscan refugio del agua. Mientras yo compraba una limonada en un pequeño mercado, escuché a una señora con el uniforme de Tony Gwynn de los Padres de 1984, que decía: "este no puede ser el final de todo…yo viaje más de 10 horas para venir acá y gasté más de 3 mil dólares, estoy feliz de estar en Cooperstown, pero esto no puede acabar así".
El nuevo presidente del Salón de la Fama Jeff Idelson, dijo sobre el juego: "Bueno, obviamente es triste ver lo que pasó hoy. Tenemos ahora opciones sobre la mesa y todas las ideas son válidas, lo cierto es que no podemos dejar de tener acá en el pueblo una actividad así al año Quizás probemos con juegos de celebridades, o leyendas o miembros del Salón de la Fama, quizás algún equipo quiera venir voluntariamente, vamos a discutir y a esperar".
Del pueblo no se movió nadie. Al día siguiente se anunciaban lluvias y tormentas, pero como por arte de magia el cielo se abrió y un sol radiante iluminaba la vistosa calle principal de Cooperstown, donde se detuvo el tiempo parcialmente y el reloj camina más despacio. La gente visitaba el museo y comtemplaba las placas de los más grandes del juego, caminaba por los negocios y cafés vistiendo las camisas y gorras de sus equipos. Todos lamentaban no ver ni un pitcheo del partido, pero apoyaban con su presencia la conservación de la mística de este pueblo montañero llamado Cooperstown, un lugar donde aprendemos sobre nosotros mismos y nuestros recuerdos a través de la historia de este juego llamado béisbol.
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