Dirigencia y pitcheo…las claves para competir

El mánager Jody Davis comenzó la temporada sin un rol definido con el material disponible en su róster evidenciando poca preparación previa a la temporada.

¡Arrancó otra temporada de pelota invernal! Esas semanas donde la pasión se desborda jugada a jugada. Donde todos los fanáticos se transforman en una rara especie de híbrido entre pelotero, mánager, periodista, directivo y hasta mascota de sus equipos.

Al menos así es en el Zulia, donde el fervor por las Águilas es inagotable.

Y es que en estos tiempos, y en esta parte del mundo, hay tres ideas claras del béisbol a nivel de terreno:

1- En las Grandes Ligas se busca la competitividad máxima. Cada lanzamiento y cada jugada son milimétricamente estudiados buscando resultados positivos para el equipo a través del máximo rendimiento personal.

2- En las Ligas Menores se busca el desarrollo del pelotero. El equipo y las ligas como tal, son pantomimas para los fanáticos que pagan muy poquito por ver a las estrellas del mañana en el medio de un evento familiar lleno de promociones y juegos infantiles operados por las franquicias. Mientras tanto, las organizaciones de Grandes Ligas operan el terreno de juego donde cada jugador hace ajustes y tiene suficiente tiempo de juego para demostrar sus capacidades. De acuerdo a su rendimiento personal va ascendiendo hasta convertirse en una opción real para el equipo grande. Para nada importa el récord de victorias o derrotas o la representación de una comunidad.

3- En las Ligas Invernales se produce un conflicto de intereses. Mientras las franquicias operan con mayor influencia del servicio de las Grandes Ligas, producto de la globalización y la evolución en servicios al fanático, las comunidades exigen victorias, títulos y buenas actuaciones. En realidad las franquicias buscan títulos y confeccionan equipos buscando la mayor competitividad, pero el problema es que el 95% de los jugadores están bajo contratos de las Grandes Ligas, lo cual es bueno y malo. Para los verdaderos “dueños” del pelotero si juegan es para trabajar en su desarrollo, pero este trabajo es llamativo e interesante para los fanáticos. El conflicto viene cuando este desarrollo interfiere con la agresividad de la victoria.

¿Paciencia al mánager?

Desde que el club anunció la contratación de Jody Davis como mánager para esta temporada, era evidente que había que darle un tiempo al ex-receptor estrella de adaptarse al circuito. Davis nunca había tenido experiencia alguna en pelota invernal donde el ritmo y la filosofía del juego son muy distintos, sobre todo en los tiempos del béisbol moderno.

Yo he mantenido firme la idea de que hay que darle un voto de confianza a Davis como dirigente. Como toda persona que comienza en una asignación merece el beneficio de la duda y la oportunidad de hacerlo bien desde su puesto. Lo que quizás el nuevo timonel emplumado desconoce es que el ritmo que debe tomar en esta liga es demasiado rápido.

Tan rápido que si en la primera o segunda semana no muestra resultados positivos o al menos alentadores para mantenerse a flote en la férrea competencia de tres meses, su familia le tendrá que reservar un puesto en la mesa para comer pavo en el Día de Acción de Gracias el 25 de noviembre.

Tan rápido que apenas se comience a adaptar a el calor, podría no llegar a experimentar el Juego de la Chinita.

La situación para Mr. Davis no es fácil. Quizás le contaron, pero no sabía que esto era así. No subestimo a un hombre con sobrada experiencia en el béisbol y con excelente asesoría como la de David Rosario, Jesús Marcano Trillo, Mario Labastidas y Wilson Álvarez. Pero lo que no puedo entender es cómo a estar alturas, con la temporada comenzada, es que se prueban las piezas.

Anteriormente les dije las diferencias entre las Grandes Ligas y las Ligas Invernales, y es imposible comparar un inicio de temporada de los Yankees con el de las Águilas, es injusto y hasta disparatesco. Pero es aquí donde debería haber mayor previsibilidad por parte de la directiva del club en preparar un escenario de pretemporada de acuerdo a la realidad del equipo.

Creo firmemente que si Eduardo Pérez hubiese continuado como mánager para esta temporada este ajuste de piezas hubiese sido menos traumático. Evidentemente no hubiese sido necesario probar al róster completo en los primeros juegos para ver como se engrana el equipo. Este equipo “ya debería” estar engranado para cuando se cantó la voz de play ball y no lo estaba, tanto así que tras el anuncio de Austin Bibens como abridor para el primer partido, el norteamericano declaró a la prensa estar asombrado porque él mismo “no se sentía listo y al 100%”.

Entendemos lo difícil del calendario del béisbol para los jugadores en los Estados Unidos, pero se torna urgente la necesidad de organizar un programa intensivo de pretemporada con la presencia más temprana de los importados, jugadores de clasificaciones bajas, agentes libres e invitados que incluya juegos serios de entrenamiento con el fin de tener un panorama más claro para la primera fecha.

El material nativo de pitcheo es el punto más débil de las Águilas del Zulia en la actualidad.

La falta de pitcheo criollo

Nuevamente la experiencia hace la diferencia. Si miramos hacia atrás es fácil notar que la época más prolífica en la historia de 41 temporadas del equipo fueron los años 90, donde se logró avanzar a cuatro series finales ganando tres.

La base de esta exitosa era fueron los jugadores criollos, muchos de ellos alcanzaron las ligas mayores, pero el mayor aporte fue el pitcheo criollo que la organización logró confeccionar por la vía del escauteo y las transacciones.

Durante esas temporadas lanzadores como Wilson Alvarez, Géremi González, Danilo León, José Solarte, Henrique Alfonso Gómez, Julio Machado, Blas Cedeño, Omar Bencomo, entre otros criollos lograron darle flexibilidad a las necesidades año a año y garantizaban un esquema y filosofía de trabajo para el club.

Pero es realmente alarmante como en el inicio de la temporada 2010-2011 las Águilas son del único equipo de la Liga Venezolana que no cuenta con un abridor criollo. Al menos, en la rotaciones anunciadas para la primera semana de la campaña, Zulia depende al 100% de brazos importados.

A última hora incluyeron a Jan Carlos Granados en la rotación, quien tiene experiencia en el circuito.  Sin embargo, esta decisión aún es inconsistente.

¿Y cómo no? De los 10 lanzadores criollos en este comienzo de campaña sólo Amalio Díaz, Marcos Tábata y Bruno Sánchez jugaron bajo organizaciones de Grandes Ligas esta temporada. De ellos sólo dos fueron abridores esta campaña Díaz en triple A y Sánchez en clase A.

Los otros 7 Edgar Estanga, Jan Granados, Manuel Olivares, Eduardo Pérez, Malvin Vásquez, Marcos Carvajal y Julio Torrealba son hasta ahora agentes libres. Y no tengo nada en contra de la firma de jugadores sin afiliación, pero estos deben demostrar que son productivos en esta liga a pesar que sus oportunidades con las organizaciones de Grandes Ligas se hayan agotado.

Pero en una liga con un nivel tan elevado como la Venezolana, donde los demás equipos tienen al menos uno o dos sólido abridor criollo, es muy difícil competir sin la continuidad del trabajo monticular y sin una filosofía dirigencial consecuente en el terreno de juego.

Y es que si Venezuela hoy en día produce tantos pitchers…¿Dónde están? ¿Por qué no están en Maracaibo?

Es por eso que el cambio de Alberto Callaspo a Magallanes fue inmensamente productivo. Las esperanzas en este aspecto hoy recaen en el prospecto de los Tampa Bay Rays Alex Torres, quien en 27 aperturas en doble A, ganó 11 y perdió 6 con efectividad de 3.47. Si Torres “hace click” en el uniforme naranja, pues habrán motivos de alegría.

Es por esto que el trabajo de escauteo del Zulia en el área del pitcheo hoy es deficiente. Punto. Y seguirá deficiente hasta que sus firmas no aporten beneficios reales al club.


Pero la reivindicación del la cosecha emplumada consiste en brazos como Yeiper Castillo, Adys Portillo, Orlando Garcés, Wilfredo Boscán y Manuel Rodiño y Rafael Briceño; nombres aún desconocidos para muchos, pero cuya presencia y oportunidad es pedida a gritos en el montículo de "El Grande". Su desarrollo hará la diferencia.

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