¡Hasta siempre mijo!


Parece que fue ayer, el día que te vi como un novato usando el número 20 para las Águilas del Zulia, y por los parlantes anunciaban que abrirías por primera vez en tu carrera, un domingo con mucho sol contra los Tigres de Aragua.

Desde ese mismo día mostraste el talento que te acompañaría en los venideros años. Mostraste el amor por lanzar bajo el sol inclemente de Maracaibo, y lograste el sueño de todo chico que juega pelota en la tierra de Aparicio: colocarse la camisa y los colores de las Águilas.

Como todos en ese momento estábamos extasiados de orgullo por las hazañas de Wilson, recuerdo como aprovechabas cada momento que tuvieras disponible para escuchar los consejos y la experiencia que traía. Recuerdo cuando le dijiste que algún día se verían las caras frente a frente en un parque de Grandes Ligas, y parece que fue ayer cuando llegaste a medirte a tu ídolo en Chicago cumpliendo esa promesa.

¡Coño Géremi, la vida si es jodida! Dios te dio el talento, el corazón y el carácter para estar entre los grandes del montículo. De hecho lo hiciste. Llegaste a las Grandes Ligas, cumpliste tu sueño y te ganaste el orgullo de quienes te apoyamos incondicionalmente. Eras un loco, nadie lo niega. Pero un loco con gran corazón, que vivió como quiso: un alma libre.

Tu talento fue tan grande que cuando te daba la gana nadie te bateaba, y si tu cabeza no estaba en sus casillas ese día no pasabas de un segundo inning. Así fuiste dentro y fuera del terreno. Así te ganaste el respeto de tus rivales y la admiración de un pueblo, ese mismo que se emocionaba cuando te escuchaba decir: “Me tendrán que matar para que yo no lance el Juego de la Chinita…a menos que Wilson quiera pitchear”.

Y como no ibas a pensar así, si te formaste en un equipo ganador, con gente como Danilo, Lipso, Lino, Julio, Noé, Leonel, Pompeyo, Trillo, Rubén, Alexander, Cristóbal, Johnny, Omersito, Eduardo, Roberto y José Luis. Tus panas que toda la vida te quisieron como un hermano. Te levantaste entre quienes sintieron a este equipo como de ellos y que no cambiaban un título con las Águilas por un juego de Serie Mundial con los Yankees. Fuiste parte de ese grupo de auténticos que te enseñó a querer a tu tierra y su béisbol por encima de todo, su gente, sus costumbres, su Chinita, su feria y sobre todo su gaita. Fuiste y serás parte nuestra por siempre.

Aprendiste que la pelota es un negocio y que algún día habría que ponerse otra camisa y fajarse igual. Y aunque siempre gritaste tu descontento y te hacías el “pendejo” cuando te preguntaban te ganaste el cariño de ciudades como Valencia, Barquisimeto, Maracay, Caracas, Chicago, Tampa o Boston. Lugares que te admiraron por tu temple, por tus ganas exageradas de ganar. Eras una versión de Pete Rose criollo, cegado por la victoria y obstinado en la derrota.

Pusiste de pie a los japoneses tras un ponche con tu poderosa recta vistiendo el mítico uniforme de Yomiuri, y también lanzándole a los Yankees en el propio Tokyo Dome recuerdo antes del partido cuando me dijiste: “¡Toy guevón pues…listo para los Yankees en Japón!

Hoy hasta Sammy Sosa recuerda esa recta de 95 millas que le partió el bate que botó corcho por todos lados. Hoy te recuerda todo el béisbol, desde Maracaibo hasta Japón.

Te fuiste sin despedirte Géremi. Te fuiste y me dejastes un par de guantines y un millón de historias que contar. Te llevaste la sangre ganadora, el orgullo zuliano y el camión de bolas que le ponías y hasta el tatuaje en tu espalda con la bola de fuego.

¡Géremi…pudiste hacer más viejito! Vos lo sabías. Pero estoy feliz, porque viviste tu vida como si fuera siempre el último día. Allá arriba te espera la Chinita como presidente del club que dirige el viejo Aparicio, tu nuevo manager de ahora en adelante, y que confía mucho en vos pa’ que formeís parte de la rotación eterna. Yo se que esta oportunidad si que la vais a aprovechar.

Es más, te tienen preparado ya el tinte amarillo para el pelo.

Hasta siempre hermano y muchas gracias por los recuerdos que se quedarán con nosotros por siempre.

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