El eterno descanso anónimo de Luis Castro


Desde que comenzó mi interés por investigar a través de los nuevos recursos tecnológicos la vida y origen de Luis Castro, primer jugador latino en la historia de las Grandes Ligas, con los Philadelphia Athletics en 1902, se han logrado nuevos avances. Cada discusión, cada nuevo documento, cada nuevo pedacito de información es un paso más para la descubrir del pasado.

Al hablar del legado de Castro, no debemos dejar fuera al primer jugador latinoamericano que jugó en el más alto nivel del béisbol que existía antes de la creación de la Liga Nacional, el cubano Esteban Bellán que debutó en 1871 con el equipo Troy en la National Association, la primera liga profesional de béisbol en la historia, fundada ese mismo año, pero que sólo duró hasta 1875. La Liga Nacional comenzó su actividad en 1876 y es la primera liga reconocida oficialmente por Major League Baseball como una “Liga Mayor”.

Bellán fue el primero que jugó al más alto nivel existente; sin embargo, Castro fue el primero en el sistema de Grandes Ligas que aún se mantiene vivo.

Nunca hubiésemos llegado a este punto de la reconstrucción de la vida de Castro, de no ser por la chispa del decano de la investigación del béisbol en español, Don Juan Vené, quien ha aportado su vasto conocimiento y tiempo como base y fundación de esta búsqueda.

De la misma forma se debe dar crédito a los invalorables recursos de la Sociedad Americana para la Investigación del Béisbol (SABR).

Para abril del año pasado, algunas bases de datos oficiales cambiaron el lugar de nacimiento de Castro de Medellín (en algunos aparecía Cali) a Nueva York. Fue ahí cuando se abrió de nuevo el baúl sobre la vida de quien fuera conocido entre sus compañeros como ¨Jud¨ o ¨El Conde¨.

Y es que hasta la SABR llegó a comprar la versión de que Castro había nacido en Nueva York, basado en los récords de la Asociación de Peloteros de las Grandes Ligas, organismo que ayudó a Castro económicamente hasta el momento de su muerte en 1941.

De haber sido cierto esto, Castro no sería el pionero nacido en Latinoamérica. El honor sería para el cubano Chick Pedroes, que vio acción en 2 juegos en 1902 con el club de la Liga Nacional de Chicago.

Con la colaboración del investigador Nick Martínez, en Las Vegas, Nevada, basado en los datos de Vené y con los archivos del Manhattan College, comenzó la búsqueda que arrojó un día normal la prueba más verídica hasta hoy encontrada: el registro del barco donde Castro llegó a los Estados Unidos en 1885 junto a su padre Néstor, provenientes del puerto Colombiano de Aspinwall, hoy en día parte del territorio panameño que se independizó en 1903.

En el documento aparece Luis Castro como nacido en Colombia, aunque su lugar de nacimiento aún se desconoce. Sin embargo los documentos del Manhattan College, donde estudió y jugó 5 años, indican que su familia estaba residenciada en Medellín, Colombia, ciudad que se supone sea su lugar natal.

Pero un nuevo punto era descubrir su lugar de descanso. Su tumba.

Vené cuenta de manera simpática que la búsqueda del cuerpo de Castro lo llevó a recorrer ciudades de Colombia, Panamá, Venezuela, Puerto Rico y Estados Unidos.

¨Llegué a pensar que la mayor posibilidad era la de Cartagena, pues hay un Luis Castro enterrado en una iglesia, pero nunca imaginé que estaría a unas simples cuadras de mi casa en Flushing¨ dice el periodista que trabaja en la zona de Shea Stadium desde hace más de 25 años.

En efecto, al comparar las fechas de muerte del acta de defunción del estado de Nueva York, con la fecha que maneja la Asociación de Peloteros se concluye que el Luis Castro que murió en Nueva York el 24 de septiembre de 1941, es el mismo enterrado en el cementerio Mount St. Mary, en Flushing, dos días después.

Esta semana tuve el honor de visitar el lugar con la propia compañía de Vené. Increíblemente, a 5 minutos de su casa.

Al llegar nos atendió amablemente Yen, una mujer asiática con mucha experiencia necrológica.

¨He escuchado hablar del caso y es uno de los más extraños que tenemos acá pero no sabía que se trataba de un jugador de béisbol¨ dijo.

Buscando en los archivos de los años 40, Yen consiguió que por alguna razón, el lugar de entierro de Castro se sabe, sin embargo no existe lápida o al menos alguna marca que lo identifique.

El cuerpo de Luis Castro se encuentra en la división 10, fila 9, número 18. ¡Qué gracioso! parece la ubicación de una silla en un estadio de béisbol. Sus vecinos son el Sr. Potash en el número 16 y la familia Tait, de 5 miembros, en el número 20.

Castro está tan olvidado que en su lugar incluso colocaron la placa de William J. Walters, quien yace acompañado de un reconocimiento de la Legión de mujeres para la ayuda de veteranos de guerras en el exterior.

¨Él está frente a esta placa que no debería estar acᨠdice uno de los trabajadores de mantenimiento del cementerio.

¨Hay algunos casos acá como este en los años 40 de gente que no tenía suficiente dinero para cubrir los costos del funeral pero como la parcela ya estaba pagada fueron enterrados¨ nos explicó Yen. ¨Sin embargo nunca nadie canceló las anualidades para el cuido de su lugar¨.

Las reglas de los cementerios de Nueva York establecen que al transcurrir 20 años de no haber cumplido con la cuota anual de mantenimiento, como efectivamente ocurrió en su caso, el cementerio adquiere todos los derechos sobre la parcela y el cuerpo por concepto de abandono.

En el caso de quien abrió las puertas de los hispanos en las mayores, nunca hubo ni siquiera una placa. ¡No la hay!

Los servicios fúnebres de Castro fueron hechos por el Quinn Fogarty Funeral Home, que funciona desde 1896 y se mantiene en actividad. El estado de Nueva York le asignó el número 19278 al difunto en su acta de defunción.

¨Es triste, al final del camino, todos terminamos siendo un número¨ dice Yen de manera curiosa. También en el béisbol, todos son un número.

Según el acta, Castro regresó a Nueva York de nuevo en los años 20 tras dos décadas en el béisbol profesional como jugador y mánager con varios equipos de las Ligas Menores.

En los años 30 colocó en el censo como ocupación: ¨Jugador de béisbol¨. En su certificado de defunción indica que murió trabajando como bartender tras residir en Nueva York durante sus últimos 18 años junto a su esposa Margaret.

La versión de que era venezolano quedó descartada con sus registros del Manhattan College y el barco. Existe la posibilidad de haber sido pariente del General Cipriano Castro, presidente venezolano a principios de siglo; pero no se pude confiar mucho en la propia palabra de Luis.

Periódicos de la época en Atlanta, Los Angeles, Portland y Philadelphia, nos ayudan a reconstruir su personalidad. Las fuentes indican que Castro decía entre sus compañeros que el era sobrino del mandatario venezolano. En otras oportunidades fue referido como primo, e incluso hasta hijo, lo que le resta credibilidad. El mismo se hacía llamar ¨El Presidente de Venezuela¨. De ahí el sobrenombre de ¨Conde¨, pues muchos creían que era un suramericano de importancia política o de una familia importante.

Aún más por su celebrada personalidad extrovertida, constantemente fue calificado por los cronistas como el ¨payaso¨ del equipo. El 25 de agosto de 1907 el Atlanta Journal-Constitution publicó: ¨Es el comediante de la Liga, son famosas las miles de historias que cuenta sobre sus escapes, muchas de estas parecen ser verdad, y de no serlos al menos son divertidas¨.

La duda sobre su verdadera descendencia venezolana queda en la reconstrucción completa del árbol genealógico del General Castro, tachirense de nacimiento. Se sabe que tenía familia en Colombia, y que de hecho vivió y estudió en ese país durante su juventud. No se conoce aún un nexo entre Cipriano y Néstor, padre de Luis.

Yo creo que el paso de Luis por el béisbol no fue inadvertido como muchos opinan. No fue un hecho insignificante para la época. Al contrario, Castro entendió perfectamente su condición de hispano, al igual que quienes le rodeaban, y trató a su manera de mostrar las habilidades que lo llevaron a jugar con el gran equipo de Philadelphia, campeones de la Liga Americana en 1902, de la mano de Connie Mack.

Por el sólo hecho de que su piel no era oscura, pero tampoco rubia, no hubo mayor problema en su entrada al sistema organizado. Sin embargo, sus llaves de acceso al béisbol de los blancos fue el hablar inglés perfectamente, su paso exitoso por el Manhattan College y el destacarse con su equipo, e incluso su ¨cuento¨ de provenir de una importante familia, lo que demostraba su desenvolvimiento natural en la cultura americana.

A pesar de su aceptación muchos fueron los comentarios escritos sobre Castro y sobre su hispanidad, destacando su humor y su presencia , recibiendo calificativos como ¨Torero Mexicano¨, o ¨tiene la rapidez de aquellos con sangre hispana¨. Generalmente en buen tono, pero destacando siempre su condición racial, única en todos los terrenos donde jugó.

El rompecabezas de la vida de Luis Castro aún continúa, aunque con un panorama mucho más claro. Hoy la meta es colocar una placa en el lugar de su muerte para destacar su lecho, celebrar su vida y honrar su legado deportivo, social y cultural. El pasado mes de noviembre su nombre ingresó en el Salón de la Fama del Manhattan College.

Sin la fanfarria de Jackie Robinson, ni la trascendencia de Roberto Clemente, Luis Castro fue el primero que logró traspasar las barreras culturales y raciales en las Grandes Ligas.

Él supo que fue el primero. Su astucia le hizo entender su puesto en la historia. Estoy seguro de eso.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Hábil con ambas manos

Lo siento David…¡Pero no vas!

La gaita que suena en Arizona