La grandeza de "El Grande"


La semana pasada el béisbol venezolano se vistió de gala para celebrar un año más del debut en la pelota profesional de Luis Aparicio, único Salón de la Fama venezolano.

El debut del “junior” Aparicio marcó el momento más glorioso en la historia del deporte del estado Zulia y quizás de toda Venezuela.

Y es que para él, su destino y su suerte estaban escrita. Sólo tenía que recorrer un camino de éxitos en los diamantes, el cual comenzó desde el mismo momento que su padre frente a toda la fanaticada el 18 de noviembre de 1953, en el Estadio Olímpico de Maracaibo, en el juego entre Gavilanes y Pastora, le entregó su bate y su guante marcando, un paso generacional, o quizás, un cambio de mando. Maracaibo tenía desde ahí un nuevo “Grande”.

El destacado locutor Oscar García, quien presenció el momento me dijo hace algún tiempo: “A más de uno se nos salieron las lágrimas en esos momentos, porque significaba recordar los grandes momentos que nos brindó el viejo Luis, y fue admirable ver como su hijo tenía el temple de asumir todo aquello y comenzar una carrera de esa forma”.

Y es que Luis Aparicio Ortega, conocido como “El Grande de Maracaibo” fue el primer gran campo corto venezolano. El primero que levantó ovaciones y opiniones por sus jugadas defensivas, el primero que desarrolló un sentido intelectual del juego, y cuya semilla originó el desarrollo de Venezuela como una potencia mundial en este deporte.

El maestro Luis Verde, nos dejó plasmada la grandeza de “el viejo” Aparicio en su obra: Historia del Béisbol en el Zulia. Gran parte del desarrollo y la forma del béisbol de la forma que lo conocemos vienen dados por el brillo de Luis Aparicio Ortega como campo corto y por la maratónica vida de su hermano Ernesto Aparicio como jugador, entrenador y mentor del deporte a varias generaciones.

Luis Aparicio Ortega nació en Maracaibo el 11 de marzo de 1910, hijo de Adelina Ortega de Aparicio y Leonidas Aparicio. Comienza a jugar béisbol alrededor de 1924, pero para 1928, comienza a jugar entre los mejores de la ciudad. En 1929, Ernesto junto a varios de los jugadores del club Atlético BBC, con el cual militaban, fundan el club Los Muchachos, que posteriormente le ponen el nombre de Gavilanes, el club que sería el estandarte de la familia.

Gavilanes se convirtió rápidamente en uno de los equipos más competitivos de la región, y varios de sus jugadores comenzaron a tomar experiencia al enfrentarse a grandes estrellas cubanas, puertorriqueñas y norteamericanas que reforzaban a los distintos equipos profesionales en Venezuela. Quizás, este intercambio cultural y de conocimientos del juego fue lo que comenzó a inspirar las insipientes nociones del juego de los Aparicio.

Para 1931, los hermanos Aparicio son contratados por el equipo Lucana BBC en Caracas. Luis jugaba como jardinero central y Ernesto lo hacía como campo corto. El legendario manager-jugador Cubano Silvino Ruiz toma la decisión de cambiarlos de posición, a Ernesto a la segunda base, y a Luis al campo corto. Desde ese momento comenzó la leyenda de “El Grande”, bautizado así en 1935, por el Semanario Zuliano “Quijote”.

Verde relata algunas de las jugadas que lo inmortalizaron: “1932, Estadio Belén en Maracaibo, Gavilanes vs. Pastora, noveno inning. Cerrando Pastora, 2 outs y bateando “El Toto” Antonio Pozo produce rolling violento por el short y la bola hace un bote alto hacia su derecha, Luis Aparicio fildea a mano limpia y dispara hacia la primera base para el tercer out.”

El autor recuerda que al día siguiente los apostadores en la ciudad discutían que la jugada no valía porque había sido atrapada con la mano limpia y no con el guante. Los fanáticos del Pastora apostaban a que Aparicio cometería un error en el juego, y alegaban que la jugada de la mano limpia lo era. Obviamente terminaron desilusionados.

Una de las jugadas que le caracterizaba, según Verde, era cuando se producía un batazo rodado violento entre el campo corto y la tercera base. A este Luis iba en busca de la bola y al atraparla, con el guante de revés, lanzaba hacia la primera base y no frenaba su impulso, terminando en la zona de foul de la tercera. Sobre esto dijo Aparicio: “A mí me enseñó Silvino Ruiz a jugar con las diagonales del cuadro y sabiendo donde está la tercera, me es fácil calcular donde está la primera”.

Aparicio deleitó con sus jugadas a la fanaticada del Zulia durante casi 22 años como pelotero activo en la Liga Central de Caracas y la Ligas del Zulia. Tras su retiro pasó 16 años dedicado a la enseñanza del béisbol como coach y manager hasta su muerte el 1 de enero de 1971.

Su hermano Ernesto recuerda en la obra de Verde que Luis recibió ovaciones y los mejores comentarios en todos los terrenos que pisó en Venezuela, Cuba, República Dominicana y Puerto Rico. De hecho, Lázaro Salazar, le extendió una propuesta para firmar con el legendario club Almendares en Cuba, la cual rechazó, pues según él eran años de guerras en el mundo, y quería quedarse cerca de su familia.

Los hermanos Aparicio dedicaron su vida al desarrollo del béisbol en el más alto nivel, y todo su fervor, disciplina e intelecto del juego fue transmitido a Luisito. Ernesto recuerda: “Luisito supo asimilar el béisbol, tenía una vivacidad enorme. Practicaba con los grandes, entre ellos su padre. Siempre destacaba. Se metía en todo. Quería aprender. Su deseo fue primordial.”.

Yo le pregunté recientemente a Luis, hoy inmortal de Cooperstown, mientras disfruta de su retiro y su vejez junto a su familia: ¿Cuál fue la reacción de tu padre cuando decidiste que jugarías béisbol como profesión?

Luis recuerda: “Mi madre no estaba muy de acuerdo, pero como ya estaba acostumbrada al béisbol en la familia terminó aceptando, pero mi padre me dijo: si vas a escoger esto como carrera, nunca podrás ser el número 2, siempre tendrás que ser el mejor, el número 1”. Palabras sabias del viejo.

Y Luisito dice hoy con la mayor humildad del mundo: “Creo que no le quedé mal, ¿no?

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